El
ruso también repara en que la ciudad está inmersa en luz, que una
claridad que es la antítesis del recogimiento dibuja cada detalle
más fielmente de lo que el ojo está acostumbrado; recuerda la misma
sensación que cuando vio un año atrás un televisor de alta
definición. Pensó que unos ciudadanos que vivían al respirar
aquella luz debían de haber desarrollado un concepto propio de lo que era la divinidad que quizá
haría bien en no discutir. Si fijaba la vista en un punto, el resto
parecía de cristal. Quizá en aquella ciudad los objetos no sólo
reflejaban la luz, sino que también la generaban.
Como
si fuera una compensación por la terrible jornada de viaje, en
aquella urbe de diamante aparece un río. El cardenal ruso observa,
maravillado, que hay palmeras.
-
¡Hay palmeras!- comparte, por fin, sobrepasado, con el hondureño.
Éste, por cortesía, mira al exterior, y concede un derrumbado ¡ah!
Tantum lumen de lumine in illa urbe crescebat ut homo in Russia ortus cogitaret non solum res reflectere lumen sed etiam ipsas generare id
Duo homines inter palmas quaerendo perfectum Papam proficiscuntur. Si eum inveniunt , Papam Hispalensem habebimus.
Un
Papa sevillano,
Rafael Serrano Bello, pág 65
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