viernes, 15 de junio de 2018

UN PAPA SEVILLANO, RAFAEL SERRANO BELLO


El ruso también repara en que la ciudad está inmersa en luz, que una claridad que es la antítesis del recogimiento dibuja cada detalle más fielmente de lo que el ojo está acostumbrado; recuerda la misma sensación que cuando vio un año atrás un televisor de alta definición. Pensó que unos ciudadanos que vivían al respirar aquella luz debían de haber desarrollado un concepto propio de lo que era la divinidad que quizá haría bien en no discutir. Si fijaba la vista en un punto, el resto parecía de cristal. Quizá en aquella ciudad los objetos no sólo reflejaban la luz, sino que también la generaban.
Como si fuera una compensación por la terrible jornada de viaje, en aquella urbe de diamante aparece un río. El cardenal ruso observa, maravillado, que hay palmeras.
- ¡Hay palmeras!- comparte, por fin, sobrepasado, con el hondureño. Éste, por cortesía, mira al exterior, y concede un derrumbado ¡ah!


Tantum lumen de lumine  in illa urbe crescebat ut homo in Russia ortus cogitaret non solum res reflectere lumen sed etiam ipsas generare id

Duo homines inter palmas  quaerendo perfectum Papam proficiscuntur. Si eum inveniunt , Papam Hispalensem habebimus.


Un Papa sevillano, Rafael Serrano Bello, pág 65

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