viernes, 15 de julio de 2016

JULIO CÉSAR CUMPLE UNA PROMESA LA MAÑANA DE VIERNES SANTO EN LA CALLE PARRAS, EMILIO DURÁN


Tiene el balcón un sueño de laureles

que eleva el pedestal de una mañana
repujada de plata y terciopelo
sobre el tapiz de la metalería.
Y, en el balcón, moneda entre macetas,
esculpido en marfil y mármol frío,
Julio César dirige sus pupilas
de águila y lictores sobre el océano
de los vecinos de la calle Parras.
El sol se está rompiendo en los varales
del impreciso palio de la Virgen,
mientras una centuria de aguardiente
rinde aceros al cónsul de la urbe.
César sorprende luz en las retinas
cautivas de las plumas de los cascos,
desecha sus esquemas de cohortes
y concluye que, en Sevilla, es natural
que un capitán de armaos fume negro
y calce unas toreras medias rosas.
¡La guerra de las Galias fue tan simple
frente a este doblar de la Macarena
la blanca esquina de las calle Parras! 
El fragante sueño de la noche
cuaja en el verde de los antifaces,
en el humo borracho del incienso,
en la pálida muerte de la cera
y en ese seco golpe de martillo
que a la diosa detiene entre la gente.
Es, entonces, cuando César aún deudor
de un voto formulado por los predios
de la bética Munda belicosa
agarra con sus manos de guerrero
el hierro del balcón como una espada
y lanza al aire cada vez más tibio
un quejío que dice “Tota pulchra”,
que remata en son de martinete
y que al cielo se lleva a la Señora.





Cum Caesaris legiones Hispalim ad capiendum locum venissent et vias vidissent, Vineam Altam ese optimam ei nuntiaverunt . Deinde sic locutus est Caesar: Mereor praemium, satis proeliorum est,sisto in hoc podio.
His verbis dictis,Macarenae transitum attonitus adspexit