viernes, 15 de marzo de 2019

EL INTOCABLE, JOHN BANVILLE

En Sevilla durante la Semana Santa contemplamos taciturnos bajo la lluvia una procesión de penitentes, un espectáculo que mi alma protestante rechazó. Un Descendimiento era transportado a hombros en una litera resguardada de la lluvia por un baldaquino de brocado de oro adornado con borlas; el Cristo de escayola, que yacía desnudo a los pies de su madre de escayola, era una figura algo obscena, orgásmica (posterior al Greco, muy posterior), de piel cremosa y boca angustiada y copiosas heridas chorreantes. Cuando apareció aquella cosa, balanceándose y dando bandazos, dos o tres hombres mayores próximos a nosotros se pusieron de rodillas, haciendo un ruido semejante al de las tumbonas al plegarse, y se santiguaron apresuradamente, como si tuvieran una especie de pánico sagrado; uno de ellos, con sorprendente agilidad, se metió bajo la litera dispuesto a arrimar el hombro para sostenerla. Recuerdo también que una joven salió de entre la multitud y le entregó a una de las penitentes con mantilla negra- su madre o su tía- un llamativo paraguas a rayas rojas y blancas



Cum homo saxonicus  iocandi haud amicus   Hispalim visitavisset  in  tempore quo  Septimana Sancta  gerebatur,   suum ingenium  talem caecam menten habebat ut artem imaginum sacrarum non viderit et   solum perceperit articulos sonantes civium piorum et pluviam solitam quam in illa septimana  Hispalis recipit