viernes, 15 de octubre de 2021

YA SENTARÁS CABEZA, IGNACIO PEYRÓ

 Hasta ahora, airosa y esbelta, la Giralda era ejemplo de arquitectura significativa: anclaba la vista en la ciudad, servía de faro y guía, era un esfuerzo de hombres que cooperaron durante siglos, un monumento capaz de cifrar tantas densidades de la historia de Sevilla y aun de España. Moros y cristianos, reyes y obispos, pícaros y santos se fiaron a la sombra de una torre donde, como en un palimpsesto, podía trazarse la biografía de una ciudad eje entre Europa, el norte de África y América. La Giralda se alzaba, así, como un triunfo de la voluntad humana de belleza sostenida en el tiempo. Y los sevillanos lo han sabido entender, y por eso Sevilla ha sido una ínsula ante tantos y tantos destrozos como hemos tenido que ver en España. Por supuesto, siempre habrá quien se queje por el casticismo que esto pueda conllevar, pero incluso esta desventaja sería ínfima ante una realidad más honda y más noble: el saber, como han sabido los sevillanos, que uno vive en un lugar que merece la pena respetar. Ese es un amor activo que hace ciudad mucho más allá que el papel de los proyectos de cualquier alcaldada.

Sustinet Ignatius ut Hispalis incolae aestimare multi   ingens opus quod de summa parte quasi tangente  caelum eos vigilat, sciant et sciverint .Sub umbra  viatores, reges, plebs,improbi et  probi,  Romani et Mauri,  venerunt, viderunt et vicerunt aut victi fuerunt. Turris adeo regnat  ut maioris  pretii putata  sit quam gesta consulum , non semper digna laude.



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