Se conduce al prisionero a la vieja y sombría casa del Santo Oficio y se le encierra en una estrecha celda abovedada. Se acaba el día, llega la noche, una noche de Sevilla, cálida, bochornosa. El aire está saturado de aromas de laureles y limoneros. En las tinieblas se abre de súbito la puerta de hierro del calabozo y aparece el gran inquisidor con una antorcha en la mano
Nox
hispalensis relata est verbis tristibus, tenebris, carceris portis
ferreis et terribili imagine Inmanis Inquisitoris. Fortunate suavissimus
odor arborum offert aliquid solatii miserabili reo
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