Nos habíamos levantado como siempre a las siete y media, y a las nueve ya estábamos caminando hacia el museo arqueológico. Subimos por la calle más bella de Nápoles (Santa María de los Constantinopolitanos, que en realidad debería llamarse de los Constantinapolitanos), con sus naranjos eviternos, sus majestuosos ficus y sus evónimos sin adjetivos. La pendiente es suave y la impresión de hallarse en una calle de Sevilla es inmediata
Nomina arborum pulchra dicuntur quae nobis Andra sequentibus umbram
et historiam dant . Ad Musaeum vestigia antiqua plenum pervenimus ,
imagine facta viae Hispalensis .
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