También yo estuve en Sevilla cuando tenía veintitrés años y también la
hallé de mi gusto. Me gustaron sus calles blancas y tortuosas, su catedral y la
dilatada vega del Guadalquivir; también me gustaron aquellas muchachas
andaluzas, graciosas y alegres, de relucientes ojos oscuros, con un clavel en
el pelo que subrayaba la negrura de éste y resultaba, por contraste, de más
vívido color; me gustó la rica tonalidad de su cutis y la incitante sensualidad
de sus labios. Entonces, a la verdad, ser joven era gozo celestial. Cuando
Larry fue allá tenía pocos años más que yo, y no pude dejar de preguntarme si
habría permanecido indiferente a la magia de aquellos seres encantadores.
Noster homo Hispalim pervenit, ut ipse scribit, magnam ecclesiam,angustas et albas vías ,et longam fluminis ripam laudavit. Quisquis haec viderit ,laudaverit etiam sine dubio sed descriptio puellarum hispalensium cum oculis obscuris, capillis ornatis, libidinosis labris non videtur digna ingenio. Ubi tales puellas vidit? Aut in somno vano aut in loco non sancto
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