Habíamos
cruzado el Guadalquivir por el puente de Triana; sus aguas se
mantenían quietas, como si jamás hubiesen leído a Heráclito. En
Triana cambiaba la fisonomía de la ciudad: uno podía encontrarse
palacios barrocos convertidos en tabernas, burdeles adosados al
ábside de una iglesia, como sacristías de un culto más antiguo,
talleres del alfarero en los que el barro olía a pan recién cocido.
En la calle Pureza, se alternaban las capillas consagradas al culto y
los prostíbulos menos recatados
Sergiomumo
Omnem
Trianam divisam esse in partes duas quae mores habuissent mutatae
,expositum est. Oculos intentos tenet flumen quod credere possit hoc
iudicium immodicum.
De
vitio et virtute paulum sapemus
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Las máscaras del héroe, Biblioteca El Mundo
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ResponderEliminarHace solo unos meses, a un visitante chileno lo llevamos a tapear a Triana y quedó muy impresionado por el hecho de que iglesias y bares alternaban en la misma calle con igual éxito en público en su interior y que incluso los paseantes entraran a visitar las iglesias desde el bar de al lado cerveza en mano.
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