El señorito andaluz de mi época no era sólo envidiado por los señoritos de menos fortuna, sino que además él, de por sí, no andaba remiso en provocar la envidia. Y no por maldad ni por narcisismo, sino por un necesario derroche de vida. Un afán de comunicar felicidad, con cierta elemental falta de pudor, de cultura…
Cum in summa copia dominuli baeticolae viverent, tamen non solum segni ingenio sed etiam anxietate exhibendi propriam beatitudinem ab aliis dominulis minus crassis invidiebantur.
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