Pienso que tampoco parece jucioso admitir que toda esa faramalla decorativa- que ha sido la más perniciosamente exportable- tenga mucho que ver con el auténtico rango humano y físico de Sevilla. Y, sin embargo, algo tiene que ver: es el revés de la trama, la cara de una moneda que, quizá por no ser falsa más que en razón de lo excesiva, aún resulta más inaceptable. Dicen que fueron los viajeros románticos los primeros contumaces propagandistas de ese gusto hiperbólico por mostrar la cáscara sevillana más artificiosa en perjuicio de su más verídica pulpa. No me interesan en absoluto los pintoresquismos y mucho menos sus oficiantes. Pero nunca faltaron sevillanos de pro dispuestos a airear semejantes musarañas, empeñándose con necedad mayúscula en inventar una Sevilla postiza y edulcorada, toda recompuesta con perifollos, cascabeles y demás consabida ‘quincalla meridional’. Lo cual tampoco excluía la percepción de una ciudad íntegra que ha sobrevivido a pesar del sevillanismo profesional y de sus majaderías exhibicionistas
Noster Eques gaditanus nihil novi dicere de duplici natura hispalensi audet. De fructu carente sustantia loquitur. Ipsi Hispalenses et scriptores ,qui modum et mores hispalenses laudaverunt et maledixerunt per saecula saeculorum , usque ad cognoscendum verum os huius civitatis advenient? Nemo scit.
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